Fue la principal atracción del Congreso Iberoamericano de Cultura, en el que ha podido ser el último concierto del cantautor cubano, que ya ha anunciado planes de retirarse de los escenarios
Anda con ganas de dejarlo y dedicarle más tiempo a su familia, pero todavía sigue dando coletazos por una América Latina que venera cada movimiento que hace, a sus 63 años de edad. Ayer, ante 80,000 personas en la abarrotada Avenida de San Juan en Medellín, en Colombia, volvió a dejar claro que podría seguir y seguir y nadie olvidaría ni una letra de sus canciones.
El cantautor cubano Silvio Rodríguez fue el plato fuerte del concierto inaugural del tercer Congreso Iberoamericano de Cultura que acoge la ciudad colombiana desde el jueves, envuelta en un maremagnum de talleres, paneles, discusiones, simposios y conciertos, con la música como eje principal.
Si Silvio había sido la principal atracción en su denso debate sobre el futuro de la música con el bandoneonista argentino Rodolfo Mederos en la mañana, volvió a ser el punto culminante por la noche, cuando miles se acercaron hasta una de las principales arterias de la ciudad para escuchar al mito, en el que ha podido ser el último concierto de su carrera.
Ya ha dicho su promotor artístico Hugo Cancio que se alejará de los micrófonos por un tiempo indefinido, en un movimiento que algunos ya interpretan como el final de su carrera como cantante.
Quizá por eso el estruendo cuando apareció sobre el escenario fue portentoso en Medellín. Antes, el uruguayo Jorge Drexler había firmado una notable actuación, tirando de su reportorio más conocido en el que era su primer concierto en tierras colombianas. Pero no pudo competir con el rugido de la primera estrofa, los primeros versos del poeta y trovador de San Antonio de los Baños.
El elegido
Rodríguez aún cautiva y mucho. Le llega a la gente joven, unida ayer en el canto de sus temas principales, como “La historia de un elegido”, “Yo me muero como viví” o “Pequeña serenata diurna”. E incluso algunos de los que los más mayores del lugar no conseguían recordar del todo. Colombia puede presumir de tener a una generación que venera las elegías políticas y románticas de un hombre que se hizo grande en los 60, décadas antes del movimiento juvenil que pobló ayer las calles de Medellín.
Y no solo hubo cantos, emociones y alguno que otro desmayo, sino un constante desplegar de banderas cubanas, del Che Guevara y hasta una con la hoz y el martillo casi en primera fila. Medellín mostró la fuerza de izquierda que no consiguió movilizar Antanas Mockus en las recientes elecciones presidenciales.
Después, con el público entregado y fiel durante más de dos horas, Rodríguez se despidió de la concurrencia complaciendo con un emocionado “Ojalá”. Histórico final a su discurrir por los escenarios. O quizá quedé el último bang en Cuba. Quién sabe.