Con un guión que toma prestados elementos del “Henry IV” del mismísimo Shakespeare, Gus Van Sant logró un clásico instantáneo al dirigir a Keanu Reeves y River Phoenix en una historia que es uno de los ejemplos más extremos del llamado “road movie”. La cinta se centra en Mike Waters y su amigo Scott Favor, una par de jóvenes vividores quienes viajan juntos por distintas razones en el sub-mundo de la sociedad. Mientras que Mike (quien padece de narcolepsia y se queda dormido súbitamente en cualquier parte) trata de encontrar a su madre, Scott parece sólo estar viviendo una frivolidad sin sentido mientras espera volver a integrarse a la cómoda vida a la que pertenecía antes (a pesar de que no le importa prostituirse de vez en cuando).
La travesía los lleva a ambos lados del Atlántico y nos pasea a la vez en una historia que nos muestra la nostalgia que baña a ambos personajes y también la extraña amistad y una homosexualidad que se muestra de manera abierta y natural, lo que probablemente asustará a más de uno, pero nunca se muestra con mal gusto, o de manera demasiadamente gratuita. Muchas de las secuencias de los encuentros sexuales de quienes aparecen en la cinta se presentan en viñetas estáticas de cuerpos enredados, pero es la cinematografía de estilo lacónico entre lo mejor que tiene la cinta, si acaso competida por lae xcelente actuación de Phoenix quien con un estilo “a lo James Dean” hace más dolorosa la experiencia del amor mal correspondido y de la gran traición de la historia.
