Fantasía sin límite en un increíble cuento moral que toca las fibras más sensibles del corazón, haciéndolo vibrar al máximo. ¡Es simplemente espectacular! ¡La mejor película del año!
La tan esperada cinta de cine fantástico dirigida por el genial Terry Gilliam (“Fear and Loathing in Las Vegas”, “Twelve Monkeys”, “The Fisher King”), es toda una fábula moral, una alegoría visual y un deleite a la pupila que alimenta la imaginación de todos aquellos que como yo… estamos ávidos de ilusiones.
El “Imaginarium”, como su nombre lo dice, es un lugar donde uno se puede imaginar todo lo que se anhela, tanto cosas buenas, como malas y hacerlas realidad. Y es entonces cuando surge la pregunta filosófica: ¿Cuánto valen tus sueños? ¿Cuánto pagarías por ellos? Por hacer los sueños realidad muchos darían la vida…
Hace mil años, el Doctor Parnassus hizo un pacto con el diablo para obtener la inmortalidad. El pacto tenía precio, cualquier hijo o hija suyo al llegar a los 16 años de edad le pertenecería al diablo. Pero a la llegada de un misterioso forastero, todo cambia. Él llevará el espectáculo sobre ruedas más allá del de la imaginación e intentará salvar la vida de la hija del Doctor Parnassus.
En un rústico teatro sobre ruedas llamado “Imaginario”, el Doctor Parnassus, su hija Valentina, su asistente Anton, que es un arrebatado adolescente, y el pequeño Percy (Verne Troyer, mejor conocido como el “Mini-Me” de las películas de Austin Powers) viajan por los barrios pobres de la ciudad. Afuera de un bar, unos chavos punketos entran en un altercado con la compañía, pues han desaparecido a una de las chavas dentro del misterioso espejo y no tiene regreso.
En la frenética escapatoria encuentran colgado de un puente a un hombre vestido de blanco a punto de morir. Ellos lo salvan y le ayudan. Él aún amnésico esconde un oscuro pasado, pero les ofrece retribuir a su generosidad y quiere hacer del show algo espectacular, en un elegante “mall”, donde pueda llegar mejor clientela, la que puede pagar lo que sea con tal de ver sus sueños hechos realidad.
Cada vez que con la ayuda de Tony (Heath Ledger) entramos en el espejo o Imaginarium encontraremos a un guía distinto (es el mismo Tony encarnado por distintos actores):
El primero, Johnny Depp, que representa el amor, el deseo, la pasión desenfrenada misma que desemboca en explosiva lujuria.
El segundo, Jude Law, símbolo de dinero, riqueza y ambición. Su participación es tan excelsa que logra erizar la piel al máximo y nos hace sentir que uno es parte de la película, que uno desea fervientemente tener de esos sueños.
El tercero, Colin Farrell, es símbolo del poder desenfrenado, el abuzo y la corrupción, misma que desemboca en tragedia y la pérdida de los valores fundamentales del ser humano.
En la participación de cada uno de ellos se ve representado el “ego” y “alter-ego”, factores fundamentales en la evolución de las emociones. Una cosa es lo que uno es y otra muy distinta lo que uno desea ser.
Esta película estuvo a punto de jamás ser realizada, debido a la súbita muerte de su actor principal, Heath Ledger (“Brokeback Mountain/El secreto de la montaña” y “The Dark Knight), que acaeció durante uno de los días de asueto del rodaje. Pero para eso están los amigos; Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell llegaron al rescate para interpretar al mismo personaje, nada más que en distintos períodos emocionales y así salvar la cinta que comenzó con alguien que se nos fue antes de tiempo y que nos dejó como legado sus películas.
Para poder ver esta cinta no me importaron las burlas de los compañeros de trabajo que se reían de mí cuando les dije que tenía que hacer tres horas de fila para entrar al cine. Ni tampoco que cuando estuve a punto de entrar uno de los publicistas del festival AFI me hubiese mandado a rentarla en Netflix y que tuviese que esperar 6 meses después para ello, insinuándome que por ser Latino, él pensaba que yo no sabía lo qué era Netflix. El jovencito no sabía con quien estaba hablando, cuando le dije que había asistido a la inauguración de Netflix en su casa matriz San Francisco y que sus comentarios estaban fuera de línea, cambió de opinión, pero ni así me dieron el ticket para entrar. Así es el AFI Fest, me mandó a la cola y me dejó esperando tres horas en el frío, como a cualquier hijo de vecino.
Claro que protesté por escrito, el festival jamás se disculpó y se justificó diciendo que esa persona no pertenecía al equipo de prensa. Pero ¿qué podía yo hacer? mi amor por el cine es más grande que cualquier vejación de esta gente que esta atrás del mostrador y que no tienen una idea de todo lo que tiene uno que hacer para ver las películas.
Ojalá y nadie tenga que pasar lo que yo por ver esta película, pues simple y sencillamente es: ¡La mejor película del año! Que la disfruten en estos días de fiesta, en compañía de sus seres queridos. ¡Felicidades!