Con la bendición de Gael García y Diego Luna en el papel de productores ejecutivos (Canana Productions), llega hasta nosotros la cinta del director Cary Joji Fukunaga, “Sin Nombre” que en su brillante debut trata al mismo tiempo una serie de temas bastante interesantes, que van desde los conflictos que tienen las familias latinas que emigran a los Estados Unidos, hasta el increíble alcance que tiene la secta del crimen organizado conocida como “La Mara Salvatrucha”.
Es al mismo tiempo la historia de Sayra (Paulina Gaitán), una jovencita hondureña que se ve obligada a reunirse con su padre en este viaje hacia los Estados Unidos, después de que este la abandonó años atrás para formar una nueva familia pero quien debido a su reciente deportación está de regreso en Honduras tratando de enmendar errores del pasado.
Por otro lado, en la ciudad de Tapachula, Casper (Edgar Flores) se ha encargado de que su joven amigo Smiley (Kristyan Ferrer) se inicie en el mundo de las pandillas como un miembro más de la “Mara Salvatrucha”, por lo que a sus tiernos 12 años se ve obligado a soportar un brutal ritual de iniciación antes de ser aceptado en la pandilla. Esta nueva lealtad se ve puesta a prueba después de que el líder Lil’ Mago asesina a la novia de Casper, advirtiéndole que se tiene que tragarse su coraje ya que su verdadera familia es la “Mara”. Sin embargo, cuando arriba de un tren en marcha Lil’ Mago trata de volver a hacer lo mismo con Paulina, Casper termina desafiando a su líder de una manera violenta, lo cual desata una serie de consecuencias que terminarán cambiando para siempre la vida de Paulina, Casper y el joven Smiley.
Y a pesar de que la historia se concentra sólo en un par de personajes que por distintas razones están tratando de alcanzar la frontera, la historia es algo muchísimo más fuerte, un viaje apoyado en una cinematografía extraordinaria (mérito del brasileño Adriano Goldman) que nos muestra el éxodo que no vemos a menudo y que es el de aquéllos para los que México es el penúltimo obstáculo antes de llegar a su meta. Es así como nos convertimos en testigos de este tránsito viéndolo desde la cima de un tren en movimiento, que inicia su viaje en Tapachula y que continúa a lo largo de toda la nación.
Para mucha gente resultaba incómoda la idea de que México fuese un sitio muchas veces inhóspito para estos personajes, pero nos abre los ojos para reconocer cómo es que dependiendo del lado de la frontera del que uno se encuentre puede ser víctima o verdugo. Y el poder tener la objetividad para contar la historia desde afuera es uno de los mejores logros que tiene la obra de Fukunaga.