Con sólo 4 cintas en su haber, James Wan es uno de los cineastas más interesantes de nuestros días, quien gusta usar de altas dosis de violencia estilizada como uno de sus ingredientes principales (así lo ha demostrado en sus cintas “Saw” y “Death Silence”). En esta ocasión, el vehiculo de la violencia es lo que cambia completamente, ya que en vez de ser algún sádico que mata por placer, nos encontramos con Nick Hume (Kevin Bacon) un hombre que vive una vida plácida y con una familia adorable, pero que al presenciar el asesinato de su hijo mayor decide tomar la justicia en sus propias manos cuando las autoridades no logran poner tras las rejas al perpetrador del crimen. El problema es que al hacer uso literal de aquello de “ojo por ojo”, también dicta la sentencia de muerte de su propia familia a manos de la pandilla del difunto. A partir de aquí, el resto de la cinta es el descenso a los instintos más básicos entre quien trata de proteger a los suyos y aquel que también quiere su propia dotación de venganza. Nuestro improbable héroe termina convirtiéndose en otra persona a medida que avanza la película, tras comprender que en la situación en la cual se encuentra necesita toda la dureza necesaria para sobrevivir… aunque nunca esta de más comprarse un montón de balas y pistolas para el encuentro final.
