Mitos y leyendas del genio

By Pablo Scarpellini. Los AngelesApril 22, 2016AB's Top Music News, Music
By Pablo Scarpellini. Los Angeles | April 22, 2016

Las historias en torno a Prince son cuantiosas, un anecdotario para entender mejor al de Minnesota

Ídolo de masas, leyenda urbana, un personaje irrepetible rodeado de historias difíciles de creer o fabricar pero que fueron —algunas de ellas al menos—, ciertas, ayudando a engrandecer su figura con el paso de los años. Ahora, con su muerte a los 57 años, merece la pena volver a recordarlas para entender mejor los mitos en torno Prince Rogers Nelson.

El anecdotario es extenso. Dicen, por ejemplo, que el hijo pródigo de Minneapolis dejó una gran cantidad de música sin editar, muy por encima incluso de la cantidad de trabajos que ahora se han comenzado a explotar del rey del pop, Michael Jackson. Además de los 32 álbumes que puso en circulación, se cree que tenía guardada una inmensa colección de temas inéditos.

Una de esa treintena de discos tuvo un parto complicado por un ‘viaje’ de éxtasis que le llevó a creer que el disco estaba maldito y que se convertiría en un demonio si lo distribuía. No es otro que “The Black Album”, que por fortuna acabó viendo la luz en 1994, siete años más tarde de su fecha prevista de lanzamiento.

También es cierto que Prince se hizo testigo de Jehová y que cumplió con el requisito de esa creencia de ir puerta por puerta hablando de religión. “Algunas veces la gente se sorprende”, explicó en una entrevista en 2008. “Pero en general se lo toman bien”.

No era su única característica atípica. Manías tenía muchas, como no dejarse grabar por los periodistas en las entrevistas que concedía para que no vendieran la cinta con su voz, o tener su propia peluquería en casa, en su mansión de Marbella, en concreto, la que compartió con su ex mujer, la portorriqueña Mayte García. Aquel salón de belleza no lo podía usar ni ella.

No fue el único lugar donde hizo de las suyas. Cuentan que le alquiló la casa a Carlos Boozer en Hollywood, un ex jugador de la NBA, y que le alteró la verja de entrada para ponerle el símbolo de Prince, cambiando además el dormitorio principal para tener su peluquería. Sí, otra más. Y no solo eso. Le alteró el color del agua de unas de las fuentes al púrpura, como su famosa lluvia. Boozer le acabó demandando por todos esos cambios no autorizados.

Además era un consumado patinador sobre ruedas, con unos patines extravagantes, por supuesto, y una gran aficionado a la NBA. La leyenda dice que en una ocasión se hizo instalar una pantalla de televisión en un lateral del escenario para poder seguir un partido de playoffs de los Chicago Bulls mientras daba un concierto. Se encargó además de que una de sus asistentes le pusiera carteles cerca con el marcador de tanto en tanto.

Prince no creía en el tiempo, porque era una ilusión decía. “No lo cuento. Cuando lo cuentas, te hace más viejo”. Tampoco era amigo del llanto, sin derramar una lágrima desde que era un niño, o eso dicen. Su padre le echó de casa y fue la última vez que decidió llorar.
Hoy muchos lo han hecho por él.