En la noche de presentación de su último disco, “You Want it Darker”, Leonard Cohen se acordó del honor otorgado a su colega estadounidense
“El premio Nobel a (Bob) Dylan es como ponerle una medalla al Everest, a la montaña más alta”.
Así, generoso y brillante en la elección de cada palabra, quitándole hierro al premio desde la Academia Sueca o engrandeciendo aún más la figura del cantautor de Minnesota, se mostró otro de los grandes del panorama musical de todos los tiempos, Leonard Cohen.
La pregunta del moderador designado para el evento en su honor en el Consulado de Canadá de Los Angeles no fue directa, pero él quiso hacer mención a la noticia del día.
Y eso que era su noche, haciendo el esfuerzo de ponerse delante de un grupo de periodistas extranjeros —rara vez concede entrevistas— para presentar su último trabajo, el número de 14 de una lista de inolvidables trabajos, “You Want It Darker”, brillante colección de poesías con música del propio Cohen y en colaboración con su hijo Adam y su amigo y compositor Patrick Leonard, ambos presentes durante el evento.
El cónsul de Canadá en Los Angeles rompió el hielo con unas palabras de cortesía y unos minutos más tarde apareció Cohen, bastón en mano y con traje gris, coronado por su característico sombrero. Apareció y la ovación fue cerrada.
Después aclaró lo dicho unos días antes en una entrevista con The New Yorker sobre su actitud ante la muerte:
“Cuando dije que estaba listo para morir estaba exagerando”, indicó despertando las risas de los asistentes. “Tengo la intención de vivir para siempre”, aún jovial pese a los achaques de la edad y con ganas de seguir adelante.
Cohen, de 82 años, reconoció que no está listo para tirar la toalla y que puede que de este trabajo de nuevas canciones con fusión de música clásica con otros estilos, surjan otras composiciones. “Es posible, pero uno nunca sabe”, indicó. Ilusión, por su tono sincero en la respuesta, parecen no faltarle.
