“Ser negro te hace más fuerte”

By Pablo Scarpellini. Los AngelesMarch 21, 2016AB's Top Picks, Cine
By Pablo Scarpellini. Los Angeles | March 21, 2016

La hijas de Jesse Owens, el atleta que arruinó los Juegos Olímpicos para Hitler, recuerdan a su padre por el estreno de Race

Las biografías han cambiado tanto como los tiempos. El planteamiento es otro para no quedarse en la simple cadencia de los hechos, en describir la grandeza del personaje en cuestión para anonadar al público. Ahora en Hollywood, es casi condición sine qua non que haya un trasfodo social o político, una causa para contar la historia más allá de la gloria de haber sido éste o aquel.

Por eso en “Race” hay muchas más vertientes que el recuento biográfico de una de las primeras leyendas negras en la historia de Estados Unidos, el magnífico Jesse Owens, ganador de cuatro oros olímpicos en los Juegos de Berlín de 1936, el hombre que destrozó el concepto de la supremacía de la raza Aria que llevaba años propagando Adolf Hitler desde su trono teutón.

Y de eso trata la película del director británico Stephen Hopkins, de la raza y la negritud de entonces, de lo miserable del trato a los de su color y clase, alargando el debate de lo que queda por resolver 80 años después, ahora que no se habla de otra cosa en el ámbito hollywoodiense que de la falta de diversidad, de los Oscar blancos, del brillante golpe de genio de Chris Rock para retratar los residuos que aún quedan de aquel odio entre negros y blancos.

“Race” recorre el viaje de James Cleveland “Jesse” Owens —interpretado por Stephan James, conocido por su papel en “Selma”— como estudiante y atleta en la era de la Depresión americana, las escenas de racismo en la Universidad de Ohio y la apuesta decidida que hizo por él su entrenador, Larry Synder —encarnado por Jaso Sudeikis— para explotar su talento en la gran cita mundial.

Sin ser una gran película ni mucho menos, el ejercicio de Hopkins cumple con la noble y loable misión de educar, de contar una historia de la forma más recta posible para informar a las nuevas generaciones. Lo bueno, dicen, es que no hay nada inventado ni dejado a la imaginación para contentar a las masas consumidoras de la historia, algo tan propio de tantos largometrajes en Hollywood del mismo corte. Lo sustancial es verídico, el odio visceral de Adolf Hitler y su rabioso director de propaganda, Joseph Goebbels, la admiración de una parte del público en aquel estadio olímpico berlinés tan marcial, a imagen y semejanza de los tambores nazis, y la amistad con la gran esperanza germana a quien ganó de manera contundente en el salto de longitud.

Lo dice una de las tres hijas del atleta, Marlene Owens. “Todo en la película es preciso porque nos dieron la oportunidad de editar el guión. Después vimos la película, y lo que pensamos que no debía estar o no era cierto lo quitaron”.

Owens habla con emoción de su padre, el “hombre humanitario”, de la persona “devota de su familia, sus amigos y su país, pese a que no le apoyaran tanto”. Es más, a su regreso le obligaron a entrar por la puerta de servicio del Waldorf Astoria a la que fue una fiesta en su honor, y con el tiempo acabó condenado a correr carreras de exhibición contra caballos para ganarse la vida, a razón de 50 dólares por evento.

Sobre eso, Beverly Owens, su otra hija, asegura que “el racismo en Estados Unidos es rampante y siempre está encubierto para ascender a la superficie de vez en cuando”, afirma muy ceremonial. “Y lo ves con mi padre. Si hubiera sido blanco, hubiera tenido un trabajo y toda la gloria que le correspondía. Ahora, también le digo que ser negro te hace más fuerte y te ayuda a sobrevivir”.

Para Marlene, su padre “siempre estuvo mejor valorado en Europa que en EEUU, siendo entonces lo que era y lo que es todavía.”, analiza. “Para alguien como mi padre, que se dejó el alma y el corazón en lo que hacía, es muy injusto. Pero mantuvo su cabeza alta y siguió con su vida, porque eso no iba a ser la totalidad de su existencia. Siempre digo que los Juegos Olímpicos es algo que hizo, no quien era en realidad”.

También Sudeikis se apunta a la causa racial, consciente del inevitable debate sobre los Oscar y la negritud reinante en la meca de lo suyo. Aunque en su caso se inclina por hablar, de forma sucinta, de la campaña política en marcha hacia la Casa Blanca, quizá de Donald Trump —sonríe cuando la pregunta va más allá, como asintiendo.

“Creo que todavía escuchamos a mucha gente en este país a la que le dan micrófonos para expresar esa clase ignorancia”, referido al racismo.
“Este filme nos deja ver hasta qué punto hemos llegado 80 años después. Es un buen recordatorio, pero también nos pone en perspectiva sobre cuánto tenemos que mejorar todavía. Espero que no tardemos 80 años más”.