“Prefiero que me recuerden como Zoolander que como Focker”

By Pablo Scarpellini. Los AngelesFebruary 12, 2016Cine
By Pablo Scarpellini. Los Angeles | February 12, 2016

A sus 50 años, Ben Stiller mantiene el humor y las ganas de cachondeo intactas, con mucha ilusión puesta en el estreno de “Zoolander 2”

El rictus serio es clave a la hora de arrancar la carcajada del personal. También ayuda el tener una cara de cachondo mental importante, y el no tomarse demasiado en serio, el estar en las antípodas de lo que él considera un verdadero cómico. No es la primera vez que dice en una entrevista de forma sincera que el término no le va del todo, quizá por sus 50 años cumplidos y por estar ya dándole vueltas a otras cuestiones en la vida, a asuntos más serios.

“Me halaga que me digan que les resulto un tipo divertido”, dice con esa media sonrisa característica que ha inmortalizado en varios títulos de culto. “Pero no sé si me ganado esa calificativo solo por el hecho de haber hecho reír a la gente. Hay connotaciones de un cómico que no necesariamente encajan conmigo”.

Remata la idea con otro gesto habitual en la estrella, el de resignación torciendo la cabeza, como de perro apaleado y humillado que sacó relucir en la trilogía de la familia “Focker”, o en “Algo pasa con Mary”, como si no entendiera muy bien su buena estrella. “Sin importar en qué categoría me situen y cómo me perciba el público, solo quiero seguir haciendo lo que me gusta y sentirme afortunado de estar en esta profesión”.

Bastan esas palabras para adivinar que la charla con Ben Stiller (Nueva York, 1965) será otro viaje divertido y relajado, a punta de ironía y sarcasmo, un tipo dispuesto siempre a pasárselo bien y a burlarse de todo. Lo denota además el aspecto, vestido con una camiseta, vaqueros y zapatillas de deporte, como si diera igual el día de la semana, echado hacia atrás en su silla de una mesa redonda impersonal en una habitación vacía de un hotel de Beverly Hills.

No obstante, en su discurso no se puede ocultar la ilusión. Después de 15 años de volver a dar en la diana con una cinta de corte absurdo como “Zoolander” (2001), ha logrado volver arrastrado por esas masas de las que huye a diario, pero que en el fondo le veneran. Es una de esas secuelas que ha tardado una eternidad en ver la luz y que todo el mundo querrá ir a ver.

Minutos antes de la entrevista, presenta uno de los trailers de promoción de “Zoolander 2” ante una sala abarratoda de periodistas, con una Coca-cola en la mano y conservando aún la timidez con la que echó a andar como actor hace más de 30 años. Pese a ser temprano en la mañana angelina, rompe el hielo con un par de chistes y la sala se lo agradece con una carcajada de complicidad, deseando ver y hablar de una nueva mofa del mundo de la moda, ese que el fondo, y pese a las palabras de respeto y admiración, detesta con toda su alma.

“Ha sido un reto complicado, pero teníamos todos los elementos necesarios para hacerla”, explica, ya sin la Coca-cola y concentrado en su análisis. “Sentimos la necesidad de la gente de recuperar la figura de Derek Zololander”, de regodearse en esa mirada acero azul que le acompañará hasta la tumba. Ya saben, morritos fuera y cara de tipo duro, interesante, irresistiblemente estúpido, con el ceño fruncido.

Stiller, como no, es el protagonista indiscutible —además de director, productor y guionista junto a Justin Theroux, Nick Stoller y John Hamburg— metido por segunda vez en la piel de un modelo atrozmente estúpido —y ridículamente guapo, en sus propias palabras— que en esta ocasión emprende una misión para la Interpol —con Penélope Cruz de agente especial— para tratar de frenar la muerte de importantes nombres del mundo de la música, empezando por Justin Bieber, que se prestó para la fiesta.

Fiel a su lado, como no podía ser otra forma, le ha vuelto a acompañar en la aventura su mejor amigo, el de casi toda la vida, un Owen Wilson con el que ya lleva 11 títulos en común, parte de un club, el “Frat Pack”, que ya es parte de la historia de la comedia americana. Sus socios, que además de Stiller y Wilson, incluyen a Will Ferrell, Luke Wilson, Vince Vaughn, Jack Black y Steve Carell, han creado un estilo que aún tiene cuerda para rato.

El propio Stiller confiesa que está en una etapa de su vida en la que no le cierra las puertas a nada, ni a nuevas comedias ni a hacer drama, como cuando daba sus primeros pasos como director en “Reality Bites” (en 1994) o haciendo de fiel escudero de John Malkovich en un campo de refugiados en China durante la Segunda Guerra Mundial. “Me llama la atención explorar todos los campos”, afirma.

Con este proyecto, supongo que existía una especie de obligación moral de hacerla, de clamor popular…
La verdad es que cuando hicimos la primera película, nunca pensamos que habría una segunda parte, y más por el hecho de que no fue ni mucho menos un éxito en taquilla (se estrenó pocos días después de los atentados de 11 de Septiembre). Pero con el tiempo nos fuimos convenciendo de que la gente quería que existiera esta película.

¿Sentía la urgencia de volver a la clase de comedias que le han convertido en un tipo adorado por el personal?
Ya no hago comedias tan grandes como antes. Por eso entiendo este proyecto como algo específico. Me han dado la licencia de volver a recrear mis pasos, y eso siempre es un privilegio.

¿Les costó volver a meterse en harina?
Fue divertido, la verdad, porque la primera escena que rodó Will (Ferrell) fue así en frío, trabajando con gente que seguramente no había visto en 15 años. Pero pero de inmediato retomaron la química que había. Es indudable que hubo nostalgia por lo vivido en el primer rodaje, pero siempre tratando de estar centrados en darle sentido y un nuevo aire a todo este nuevo asunto.

Esta secuela lleva coleando más tiempo del que seguramente le hubiera gustado. ¿Cómo se siente ahora que ya está a punto de ver la luz?
Es un reto porque sientes la presión de estar a la altura de lo que quiere el público. En mi mente tenía la idea de hacerlo lo mejor posible hacer que la primera no esté siempre presente, pero ahora creo que no es posible superar esa cinta en la mente del espectador porque han tenido una relación de 15 años con ella.

¿Hay mucha esencia de la original o han tratado de desmarcarse?
La esperanza es hacer algo distinto y al mismo tiempo responder a lo que la gente quería, una segunda parte con referencias a los personajes que ya conocen, como el de Zoolander y Hansel McDonald (interpretado por Wilson).
Partimos un poco del hecho de lo que la gente consideró divertido en la cinta original, aunque apostando por nuestro propio humor, porque es muy difícil adivinar los gustos de la gente. Lo que nos pareció divertido y nos hacía partirnos de la risa, lo incluimos en la película.

Por eso apostaron por un equipo de guionistas parecido, con la incorporación de Theroux —el marido de Jennifer Aniston— y de Nick Stoller, además de conservar al villano de la trama, un papel que vuelve a encarnar el histriónico Ferrell, añadiendo nuevos elementos como la madrileña de Alcobendas y la protagonista de “Bridesmaids”, la simpática Kristen Wiig.

También apostaron por llevarse la historia a Italia para darle el toque internacional y aún más ridículo al mundo de la moda que parodian de nuevo, rodada en los estudios Cinecitá de Roma. “Siempre quise hacer una película a la italiana, para darle un toque retro, un pequeño homenaje a Vittorio de Sica, un componente loco más para desmarcarnos de la anterior”.

Pese al ataque constante al mundo de la moda, han sido muchos sus representantes que han decidido participar en la película. Stiller dice que Karl Lagerfel le dijo que no, pero Marc Jacobs se prestó feliz. “Estoy encantado de decirle que sí a Ben”, dijo el diseñador, que hace de sí mismo en la película. “Creo que la cinta original fue divertidísima”.

Más incluso. Valentino ofreció su desfile en París para la promoción de la película. ¿Y por qué no? Incluso Vogue, uno de los oráculos del mundo de la moda, se prestó a hacerle una portada al mismísimo Zololander acompañado de su nueva diva, Melania Valentina —que no es otra que nuestra Penélope—, rompedores ambos. Todo ello con el beneplácito de Anna Wintour, la jefa editorial de la revista en Estados Unidos, la fan número uno de la película de Stiller.

¿Ha conocido muchos ‘Zoolanders’ por el camino?
(Risas) No creo que exista ninguno así de radical, pero la gente metida en el mundo de la moda sabe que existen tipos de ese perfil. Sí he conocido gente de esa industria que disfrutó mucho de la película. Ese mundo de la moda, al principio, no tenía ni idea de lo que estábamos haciendo y abrazaron la película, supongo que porque hay una conexión con gente real.

¿Se cachondea en esta tanto como en la anterior de las pasarelas y su gente?
En términos de hacer la secuela, no quería mofarme demasiado del mundo de la moda porque ya en sí es bastante ridículo. Rotundamente, diría yo (apunta con una sonrisa cómplice). La naturaleza de la moda es tomarse muy en serio y decir que esto o lo otro es lo último y lo más bonito. Es un drama y un espectáculo que se ha superado a sí mismo por las redes sociales, con la obligación de tener que reinventarse todo el rato, lo cual es una locura. Me parece una presión tremenda. En el fondo es un teatro, y por eso a la gente le gusta tanto.

¿Y usted en términos de moda, cómo respira?
No tiene más que echarme un vistazo. La verdad es que me trae bastante sin cuidado. Siempre llevo lo mismo, como una especie de uniforme.

¿Le molesta que se quede la etiqueta de la mirada acero azul para siempre?
Prefiero que me recuerden como Zoolander que como Focker.

¿Como logró convencer a Penélope Cruz de ser parte de este circo?
Soy un gran seguidor de su carrera. (Por unos momentos se detiene a pensar y se ríe antes de explicar las escenas que rodaron juntos). Quería que fuera una película con sabor internacional, y ella fue la primera persona en la que pensé para hacer el papel de la chica de Interpol. Lo que me llama la atención de ella es que es increíblemente guapa pero se toma muy en serio su papel.

El trailer es bastante explícito.
Sí, su historia es la de una modelo que por sus dos grandes… (risas) no puede entrar en el mundo de la moda. Tenemos algunas escenas muy ridículas juntos, una en un barco, con el añadido de rodar con Javier Bardem en el set.

¿Estaba allí presente?
Ya lo creo. Javier estuvo allí (risas de nuevo).

Supongo que lo de Wilson era cantado. ¿Le costó convencerlo para la secuela?
Owen es una de mis personas favoritas, de los grandes amigos que tengo en la vida y no tengo muchos. Pensar en él significa partirme de risa, complicidad, a pesar de que no nos vemos mucho porque vivimos en ciudades distintas. Esta película fue una oportunidad genial de estar cuatro meses juntos. Con nadie me río tanto, con él y con mi mujer.

A ella, Christine Taylor, la conoció rodando el piloto de una serie de televisión que se quedó en nada, “Heat Vision and Jack”, un corto protagonizado precisamente por Owen Wilson y Jack Black. Después, aparecerían en juntos en “Zoolander”, “Cuestión de pelotas”, “Tropic Thunder” y “Arrested Development”.

Quince años después siguen casados y tienen dos hijos, una familia feliz en el estado que los vio nacer a ambos, Nueva York. De allí son sus padres, dos comediantes conocidos como Anne Meara y Jerry Stiller que le contagiaron a su hijo la pasión por el oficio.

Las influencias, sin embargo, no le abrieron demasiadas puertas. Durante casi cuatro años estuvo haciendo pruebas de cásting sin lograr un solo papel. Ahora se calcula que tiene una fortuna personal de 120 millones de dólares, un tipo querido y valorado por la industria, con una media de 79 millones de dólares por título y con una recaudación superior a los 2.600 millones de dólares sumando todas sus películas, que no es moco de pavo.

Suficientes logros como para echar un vistazo somero hacia atrás, aunque solo sea por los 15 años transcurridos entre una cinta y esta que ahora se estrena.

“Volví a ver Zoolander”, reconoce. “Y siempre es interesante ver algo que has hecho al cabo de unos años. Lo primero que me impresionó fue lo jóvenes que éramos (risas), la pinta que teníamos y nuestra forma de movernos. Creo que he cambiado, al menos eso esperas. Ahora estoy en un momento muy diferente de mi vida, centrado en mis hijos. Me doy cuenta entonces pensaba de manera muy diferente. Ya no soy el mismo”.

Al salir se topa en la puerta con otro periodista que, arrastrado por el peso de la historia o simplemente por el oportunismo —vaya usted a saber—, le pide un ‘selfie’ a Stiller. Este no duda, como si en realidad fuera Zoolander. Serio, con sus clásicos morritos en punta. Inmortal.